Una buena alimentación y dieta equilibrada es lo óptimo para que cada individuo pueda desarrollarse de forma integral tanto en su salud física como psicológica, sin embargo, en muchos casos resulta ser difícil acceder por motivos principalmente económicos y culturales, en particular en países en vías de desarrollo.
Ligado a esto, es que actualmente el crecimiento de mercados alimentarios en países industrializados se encuentra en su peak de producción y ventas. Por consecuencia, los consorcios alimentarios ponen su foco en alimentos procesados y ultraprocesados en países en vía de desarrollo, donde la seguridad alimentaria y el acceso a la salud son un problema. De esta forma, dichos alimentos son precocidos y su información nutricional no es recomendable para la salud, ya que contienen altos porcentajes de sal y potenciadores de sabor.
Esta problemática, es abordada por el documental El negocio de la pobreza y Huertos sin hambres, huertos comunitarios. A través de este documental se analizan dos ciudades de bajos recursos e índices altos de pobreza, que son São Paulo, Brasil y Kenia, donde, además, se tiene consecuencias en enfermedades alimentarias, esto a raíz del incremento del consumo de productos industrializados y poco seguros.
En ambas zonas dentro de Brasil y Kenia, las industrias que más prevalecen son las de Nestlé y Unilever, debido a que, en términos operacionales, constan de material barato para el fabricante. Del mismo modo, el margen de ganancia de las industrias depende de los formatos de tamaño de los productos, siendo la mayoría presentados en tamaños pequeños para que sea accesible en las localidades.
Además, Nestlé opera de una forma cercana a la población ya que traslada sus productos a la puerta del hogar, incluso en zonas alejadas y periféricas donde es más complicado acceder a otros tipos de mercados y supermercados. Los productos que más vende Nestlé son altos en azúcares y además, se convierte en un negocio que mantiene a más de 8.000 trabajadores de puerta a puerta.
De igual forma, el documental plantea que Brasil, en calidad de país emergente, es el lugar perfecto para que las empresas multinacionales prueben sus nuevos productos, debido a que, el país tiene muchos habitantes consumidores y los sectores pobres tienen un poco más de dinero a diferencia de países en vías de desarrollo.
Acceso a la alimentación
Por lo tanto, la principal diferencia entre la adquisición de la comida natural y la comida industrializada reside en la disposición de los precios. La comida natural, no procesada, en sectores de extrema pobreza supera significativamente en valor monetario a la comida industrializada. La principal diferencia entre ambos, radica en que los alimentos industrializados pueden proporcionar una fuente rápida, económica de energía y nutrientes, especialmente en áreas donde la disponibilidad de alimentos frescos y saludables es limitada.
Estas limitaciones de accesibilidad a alimentos naturales, pueden darse debido a costos, ubicaciones geográficas o bien información nutricional, lo que incide en la producción, distribución y consumo de dichos alimentos.
En definitiva, es posible abordar esta brecha, con políticas que regulen el acceso a estos alimentos, que garanticen el acceso a alimentos naturales; promocionando la agricultura local y sostenible, educando a las personas para su producción, considerando además la implementación de programas educacionales de nutrición e instaurar métodos de reducción de publicidades agresivas para el consumo de alimentos industrializados.
Este alto consumo de ultraprocesados genera consecuencias directas en la salud, el Dr. Carlos Monteiro, médico y experto en trofología, menciona qué: “Tenemos una epidemia, la población padece sobrepeso y diabetes, esto tendrá un enorme impacto económico y sociopolítico para el país (Brasil). Está claro que hay una relación con el consumo creciente de estos productos”.
Otro factor que intercede en mala y deficiente alimentación es la educación alimentaria, ya que la mayoría de las personas no tiene idea de que está consumiendo en cuanto a su composición y nutrientes. De dicho modo, la conciencia que tienen sobre la existencia de muchos alimentos procesados la adquieren de la televisión y publicidad.
Aline Brandao, Nutricionista en Sao Paulo, comenta qué: “Las empresas multinacionales publicitan la comida precocinada industrial con fuertes estrategias de marketing, lo disfrazan de alimentación saludable. En los supermercados hay una oferta tremenda de productos lácteos como yogures que todos elogian por lo sano que son, seduciendo así a la gente para que los compre porque con eso realmente creen que compran salud, como si la salud pudiera comprarse así”.
Por otra parte, Unilever en Kenia capacita a las mujeres de los barrios pobres para que vendan los productos en su entorno familiar. Asimismo, se capacitan a las mujeres para realizar trabajos desempeñados por personas femeninas mayormente sin estudios que desean trabajar para una compañía multinacional. También eso es parte de la política de las empresas, mostrar una supuesta responsabilidad social donde el Estado no lo hace.
Caroline Ohando, comerciante de Kenia, comenta qué: «El producto más popular son los cubitos de caldo “Royco” porque por lo general la gente solo puede comprar una especie barata, y así agregan este para obtener un mejor sabor».
Esto se debe a la pobreza que viven muchas personas y que no pueden optar a otros productos de mayor calidad, por lo tanto, obtienen lo más accesible, aunque sea menos saludable y más dañino para la salud. Un ejemplo de esto es la margarina Blue Band, que se desarrolló exclusivamente para el mercado africano ya que se conversa sin frío.
“Por lo general el poder adquisitivo de esta gente es muy bajo, por eso en Kenia hay una tradición de economía, donde todo lo que se produce también se vende en porciones pequeñas para que los pobres también se lo puedan permitir. Es porque la gente solo se puede permitir gastar el poco dinero que ganó durante el día”, señala Clifford Gikunda, experto en trofología.
Estas acciones para críticos como el Dr. Carlos Monteiro, profesor de alimentación y salud de la Universidad de São Paulo, indica qué: “Llevarle a las personas productos poco saludables en masa y presentarse, al mismo tiempo, como benefactores, es una contradicción absoluta; marketing engañoso a espaldas de los más pobres”.
Producción de alimentos
En Sao Paulo, no existen lugares de cultivos, no obstante, existen huertos urbanos pertenecientes a la ONG “Ciudades sin hambre” (cidades sem fome), donde se realiza el cultivo de hortalizas en terrenos abandonados que, en ciertos casos, pertenecían a vertederos o escombros en donde se traficaba droga. Actualmente se tiene el cultivo de 25 huertos urbanos y comunitarios en Sao Paulo, también existe el apoyo a la gente pobre y sus familias en algunos casos que se encuentran sin estudios ni empleo. Además, se le otorgan capacitaciones para la agricultura urbana, enseñando además a cultivar sin uso de pesticidas ni fertilizantes artificiales, impactando además en la calidad orgánica debido al cumplimiento de estándares o normativas de la agricultura urbana.
Asimismo, en un año se debe producir lo suficiente para otorgar un beneficio económico, productos que son vendidos u ofrecidos en cacerolas propias y vendidos a precios accesibles en las favelas.
Esta acción constituye una innovación en la producción de alimentos bajo contextos de seguridad alimentaria y pobreza extrema, funcionando y significando también como un anteproyecto directo de multinacionales que ofrecen productos industrializados además de influir en los cambios de hábitos alimentarios.
De igual forma, la Organización Mundial de la Salud, señala qué: “Una alimentación de calidad reduce el riesgo de malnutrición en todas sus formas dado que favorece el crecimiento saludable, el desarrollo y la inmunidad, y previene la obesidad y las enfermedades no transmisibles (ENT) a lo largo de la vida. Los componentes de una alimentación sana son: prácticas óptimas de lactancia materna en los dos primeros años; diversidad y abundancia de frutas y hortalizas, cereales integrales, fibra, frutos secos y semillas; cantidades modestas de alimentos de origen animal; cantidades mínimas de carnes procesadas y de alimentos y bebidas de alto contenido calórico, así como de alimentos en los que se haya añadido azúcar, grasa saturada, grasa trans y sal”.
Es importante recalcar, que esta “mala” alimentación, no es solo responsabilidad de las personas sino del acceso que brinda el estado a esta. Es necesaria la inserción de políticas que garanticen la disponibilidad y garantía de recursos y alimentos naturales accesibles para las personas, independientemente de la situación económica que se encuentre, para poder tener acceso a hábitos alimenticios saludables y a sistemas de salud de calidad que fomenten además estos hábitos.